El otoño es siempre espectacular bajo los peñascos del Entrepeñas. Más aun si contemplas el paisaje bajando el río en una piragua por Auñon, a partir del viejo puente tras la presa, encaminándote hacia Bolarque.
Los amarillos de las alamedas a finales de octubre contrastan espectacularmente con los azules de un cielo aun claro y soleado. Y el azul mas plomizo del Tajo resalta con los amarillos tostados de los cañaverales.
Esta sinfonía del color es un marco ideal para el concierto de cantos, a primera hora de la mañana, de todo tipo de aves que viven en los aledaños del río, en el arbolado y entre los juncos y chamizos, y que emprenden el vuelo ruidosamente al paso de la piragua.
Navegando por el Tajo en otoño
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El río es profundo y oscuro en algunas zonas, y en otras tan superficial y brillante que los verdes tallos de su floresta sobresaliendo parecen impedir el paso de la embarcación, a pesar de su escaso calado.
Pero lo más llamativo del Tajo en otoño son sus reflejos.
Reflejos de Tajo
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Los álamos y los chopos se asoman al cauce desplegando sus anchos ramajes sobre el río, y los juncos del cañaveral se estiran hacia el cielo y hacia el fondo del agua convirtiéndose en murallas infranqueables. Al fondo, la piedra del Entrepeñas se levanta majestuosa sobre el río, enmarcando la composición, como si se tratara de un cuadro impresionista.
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